Hay un momento particular en el tráfico que revela más sobre la naturaleza humana que cientos de estudios psicológicos: cuando alguien causa casi un accidente y simplemente se encoge de hombros - "yo no hice nada".
Es la misma actitud que vemos emerger frente a la IA generativa en nuestras escuelas y empresas. Los líderes y educadores miran hacia otro lado mientras sus estudiantes y empleados navegan sin guía por estas nuevas herramientas, pretendiendo que la responsabilidad de su uso adecuado es de alguien más.
"La IA mejorará la productividad 30 veces", dicen. Pero nadie menciona la responsabilidad 30 veces mayor que viene con ese poder. Como ese motociclista imprudente, estamos cruzando carriles a toda velocidad sin considerar las consecuencias. Lo sé de primera mano: en mayo de 2023, un motociclista invadió mi carril de bicicleta, provocando una fractura de rótula, solo para encogerse de hombros con un "yo no hice nada".
La verdadera innovación no está en tener acceso a la tecnología más potente, sino en crear el marco de responsabilidad para usarla sabiamente. Cada línea de código generado, cada texto producido, cada decisión automatizada tiene un rastro de responsabilidad que no podemos ignorar.
¿Qué pasaría si, en lugar de buscar atajos, viéramos la IA como una oportunidad para enseñar responsabilidad? ¿Si cada prompt fuera una lección sobre ética, cada output una reflexión sobre consecuencias?
Mañana, cuando abras ese chat de IA o generes ese primer prompt del día, pregúntate: ¿estás dispuesto a firmar con tu nombre cada una de sus respuestas? La responsabilidad comienza con esa simple decisión.
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