Dejar de esperar el futuro
Conversaciones, preguntas y prototipos que construyen imaginación colectiva
Las ideas hermosas que no se practican son solo buenas intenciones.
Y la imaginación sin método es solo fantasía.
Entonces, ¿cómo se enseña a imaginar? ¿Cómo se construye esa capacidad colectiva de diseñar futuros deseables?
No es espontáneo. Es deliberado.
Requiere crear espacios donde las personas puedan explorar sin consecuencias inmediatas. Donde puedan hacer preguntas incómodas sin ser juzgadas. Donde el error sea información, no fracaso.
Requiere diversidad de perspectivas en la misma sala. Porque la imaginación se expande en el roce entre visiones diferentes del mundo.
Requiere herramientas que permitan prototipar ideas rápido. No para ejecutarlas, sino para verlas, sentirlas, cuestionarlas.
Y requiere algo fundamental: pasar de “mi idea” a “nuestra exploración”.
En las aulas, esto cambia todo.
Ya no se trata de transmitir conocimiento establecido, sino de construir capacidad para imaginar lo que no existe. Los estudiantes no solo aprenden a usar IA. Aprenden a co-crear con ella. A distinguir entre lo que la máquina genera y lo que ellos eligen construir. A desarrollar criterio sobre qué futuros vale la pena perseguir.
En las organizaciones, cambia la conversación.
Ya no es “¿cómo nos adaptamos al cambio?” sino “¿qué futuros queremos diseñar?” Los equipos no solo resuelven problemas. Imaginan problemas nuevos que valga la pena resolver. Exploran territorios de posibilidad antes de comprometer recursos. Diseñan con intención, no solo por reacción.
Y en comunidades como Imaginar Futuros, esta práctica se vuelve visible. Se comparte. Se refina.
No es un taller aislado. Es una forma de trabajar que se contagia.
Porque cuando aprendes a imaginar en comunidad, algo cambia en ti.
Ya no esperas que el futuro llegue. Lo diseñas.
Ya no te preguntas “¿qué va a pasar?” Te preguntas “¿qué queremos construir?”
Y esa pregunta, sostenida colectivamente, es el inicio de todo lo demás.
La imaginación aplicada no es visionaria. Es artesanal.
Se construye conversación tras conversación, pregunta tras pregunta, prototipo tras prototipo.
Y deja una huella: personas que ya no temen imaginar, sino que lo hacen con práctica, con método, con otros.
¿No es eso lo que necesitamos?


