El contenido que olvidamos
El contenido artesanal importa en la era de la producción infinita
Tu feed está lleno. Miles de posts. Decenas de newsletters. Incontables videos que prometen ser “diferentes esta vez.”
¿Cuántos recuerdas de la semana pasada?
Aquí está el problema: escribimos para todos y terminamos hablándole a nadie.
El contenido corporativo típico suena como un comunicado de prensa disfrazado de conversación. Palabras pulidas hasta perder todo filo. Frases que pasaron por siete aprobaciones y perdieron su alma en cada una.
Todos sabemos que está mal. Pero seguimos haciéndolo.
Porque es seguro. Porque no ofende. Porque “es lo que se hace.”
El contenido que funciona hace algo completamente distinto.
Muestra, no predica. Cuando Hemingway escribió “El viejo y el mar,” nunca dijo “el anciano era valiente.” Te mostró a un hombre luchando contra un pez durante días. La diferencia entre decir “somos innovadores” y mostrar cómo resolviste un problema imposible un martes a las 3 AM.
Da más de lo que toma. El tiempo de tu audiencia vale más que tu mensaje de marketing. ¿Tu contenido los deja más inteligentes, más capaces, más inspirados? ¿O solo les quitaste tres minutos para decir “míranos”?
Se atreve a tener una perspectiva. Nike apostó por Kaepernick cuando era lo menos seguro del mundo. Bud Light intentó agradar a todos y terminó sin identidad. Tu contenido refleja quién eres cuando cuesta algo serlo.
Y ahora viene la inteligencia artificial.
Puede escribir mil posts en una hora. Todos correctos. Todos optimizados. Todos olvidables.
Mientras más fácil sea producir contenido, menos valdrá producirlo sin cuidado. El contenido hecho con atención, con voz real, con riesgo real, se convertirá en el nuevo lujo.
Como los discos de vinilo cuando llegó el streaming. Todos podían escuchar millones de canciones con un clic. Pero los que realmente aman la música siguen buscando vinilo. No por nostalgia. Porque la calidad, la intención, el ritual de poner un disco, todavía importa.
Antes de publicar tu próximo contenido, pregúntate tres cosas:
¿A quién ayuda esto realmente?
¿Vale más de lo que cuesta en atención?
¿Tengo el coraje de decir algo que alguien podría no querer escuchar?
El contenido que funciona no es el más seguro.
Es el más honesto.