El último párrafo que nadie lee
La valentía estratégica está en lo que decides omitir, no en lo que agregas
¿Alguna vez has notado cómo brillan los ojos de un ejecutivo cuando habla de su "estrategia"? Documentos meticulosamente diseñados, presentaciones deslumbrantes, marcos conceptuales impresionantes. Porter, Good Strategy Bad Strategy, Playing to Win, incluso El Arte de la Guerra hacen apariciones especiales.
Y luego viene la realidad del día a día.
La estrategia no es lo que decimos que es. Es lo que realmente hacemos cuando nadie está mirando la presentación de PowerPoint.
Los pilares estratégicos cuidadosamente articulados se desvanecen ante la primera crisis. Las áreas que juramos evitar se convierten misteriosamente en "oportunidades estratégicas" cuando aparece un cliente dispuesto a pagar lo suficiente. Y esas explicaciones claras sobre por qué tomamos ciertas decisiones? Se transforman en justificaciones post-facto para hacer exactamente lo que siempre quisimos hacer.
El problema no es que no sepamos cómo crear buenas estrategias. El problema es que las tratamos como ejercicios intelectuales en lugar de compromisos dolorosos.
Lo que rara vez documentamos es el proceso mismo: esos dos meses elaborando un documento que explica por qué estás diseñado para ganar. La incomodidad de descubrir que tu plan de mercadeo contradice tu estrategia. El momento revelador cuando hablas con clientes reales y te das cuenta que tu cuidadoso portafolio tiene elementos que sobran o faltan piezas críticas.
Una verdadera estrategia duele. Debe doler. Si tu estrategia no te está haciendo rechazar oportunidades tentadoras, probablemente no sea una estrategia en absoluto.
La parte que todos olvidamos de la fórmula estratégica es la más importante: el último párrafo. El que dice "y por lo tanto, no haremos _______". El párrafo que enumera específicamente las cosas buenas, rentables y perfectamente razonables que has decidido no hacer. El párrafo que hará que te sientas incómodo en la próxima junta directiva.
Las empresas excepcionales no tienen mejores marcos estratégicos. Tienen el valor de vivir ese último párrafo, incluso cuando duele.
Irónicamente, en esta era de IA generativa, podemos pedirle a una máquina que nos escriba una estrategia brillante en segundos. Pero ningún algoritmo puede tomar por nosotros la decisión más humana de todas: el coraje de decir no cuando todo nuestro instinto grita sí.