Imaginar es poder
De optimizar el presente a diseñar el futuro
El poder solía estar en quien controlaba los recursos. Después, en quien controlaba la información. Ahora está en quien puede imaginar lo que aún no existe.
Los recursos se pueden copiar. La información es abundante y accesible. Pero la capacidad de ver posibilidades donde otros ven límites, eso no se puede automatizar.
Y eso cambia todo.
Durante generaciones, el poder económico y político perteneció a quienes optimizaban el presente. A quienes hacían las fábricas más eficientes, los procesos más rápidos, los sistemas más escalables. Eran buenos ejecutando lo conocido.
Pero hoy, ejecutar lo conocido es trabajo de algoritmos.
El nuevo poder no está en hacer mejor lo que ya funciona. Está en imaginar lo que podría funcionar mañana. En diseñar escenarios que otros no ven. En hacer preguntas que abren territorios inexplorados. En conectar puntos que parecían inconexos.
La imaginación no es fantasía. Es la herramienta más práctica que tenemos para construir futuros deseables en lugar de heredar futuros inevitables.
No imaginamos solos. Imaginamos en conversación. Con otros humanos. Con la tecnología. Con el contexto que habitamos. La imaginación es un acto colectivo, no un destello solitario.
Por eso importa tanto quién está en la sala cuando se imagina el futuro. Por eso importa qué voces se escuchan y cuáles se silencian. Por eso importa educar para la imaginación, no solo para la ejecución.
Quien imagina, diseña. Quien diseña, construye. Quien construye, transforma.
La pregunta ya no es si podemos imaginar futuros diferentes.
Quizás la próxima revolución no sea tecnológica, sino imaginativa.


