La coherencia no es opcional
Cuando la inconsistencia digital revela más que la supuesta experiencia
Llega un momento en que nos preguntamos: "¿Esto tiene sentido?"
El eco de contradicciones se vuelve difícil de ignorar. La persona que decía "nunca usaría copy-paste de IA" ahora distribuye un texto plagado de errores artificiales tan obvios que sus propios lectores comentan: "esto fue difícil de leer".
Los errores ortográficos calculados funcionan como las risas enlatadas en los sitcoms: señales que intentan comunicar "esto es auténtico, confía en mí".
La semana pasada leíamos "las aplicaciones serán 100% IA, con mantenimiento y funciones automatizadas". Esta semana es "mi amigo perdió su inversión por confiar en IA para programar".
¿Qué cambió en siete días?
Quizás solo el algoritmo que premia cierto tipo de contenido.
Quien generaba contenido para todas las redes con una búsqueda ahora advierte sobre los peligros de la automatización. La misma voz que celebraba el "vibe coding" sin matices ahora cuenta la historia del emprendedor cuyo proyecto fue "hackeado" y "tumbado".
Lo que nunca mencionaron es que el "vibe coding" efectivo siempre ha sido supervisado. Siempre ha requerido criterio humano. Siempre ha necesitado de alguien que entienda lo suficiente para verificar, corregir y responsabilizarse.
Estas historias rara vez tienen nombres. Ni empresas identificables. Ni detalles verificables. Solo cifras impactantes que conectan con nuestros sesgos de confirmación.
El desafío real no es la tecnología.
Es hablar desde la experiencia limitada como si fuera expertise.
Es adaptarse no porque aprendimos, sino porque las métricas lo sugieren.
La autenticidad raramente es perfecta, pero mantiene una línea coherente. No siempre acierta, pero intenta ser honesta.
Como señala Michael Bolton, el problema no es estar "in the loop"("en el ciclo") de la IA. Lo crucial es estar "over the loop" ("sobre el ciclo"). No estamos en sociedad con nuestras herramientas; las usamos, las controlamos y las gestionamos. La responsabilidad implica observar lo que sucede, darle sentido, dirigirlo.
No se trata de ser parte del proceso. Se trata de ser quien lo supervisa.
En un ecosistema digital de cambios constantes, quizás el verdadero superpoder no es dominar la última tecnología, sino mantener la claridad sobre quién está realmente al mando.