La dopamina en la era de la IA generativa
La verdad sobre la IA que nadie quiere admitir.
Y no es sobre tokens, modelos o cuál herramienta es mejor.
Es sobre lo que nos está haciendo a nosotros.
LinkedIn en 2025 es un buffet de herramientas de IA.
Diseñadores que ahora son “desarrolladores full-stack”. Marketers construyendo apps en cinco minutos. Una app de gastos aquí. Un generador de logos allá. Un chatbot. Un asistente.
Todos disponibles. Todos gratis (o casi). Todos a un click de distancia.
Y sin embargo, nunca hemos estado menos satisfechos.
Barry Schwartz lo demostró con mermeladas. Seis opciones generaban más satisfacción que veinticuatro. No porque fueran mejores. Sino porque elegir era más fácil.
Con la IA tenemos millones de opciones.
Y estamos probando. Saltando. Nunca quedándonos el tiempo suficiente para que algo importe.
El usuario promedio de Spotify salta de canción cada 20 segundos. Ni siquiera llega al solo de guitarra.
Nosotros hacemos lo mismo con las herramientas de IA.
Pero aquí está el problema que nadie menciona:
Tu cerebro libera dopamina en la anticipación. No en el uso. Entre querer y obtener.
Los audiófilos lo saben. Compran equipo tras equipo. Investigan especificaciones durante semanas. Esperan el envío como niños en Navidad. Ese primer momento cuando presionan power.
Todo eso es anticipación. Todo eso es ritual.
Y sin embargo no están satisfechos. Porque la dopamina se dispara en comprar el equipo. No en escuchar música con él.
Con la IA es exactamente igual.
Leer sobre Claude tiene anticipación. Hacer tu primera app tiene fricción. Publicar el screenshot tiene recompensa.
Pero una vez que compartes, una vez que recibes los likes, ¿qué sigue?
Buscar la siguiente herramienta. Porque ahí es donde vive la dopamina.
El streaming nos dio acceso infinito a la música y mató nuestra capacidad de conectar con ella.
La IA nos dio acceso infinito a la creación y está matando nuestra capacidad de crear algo que importe.
Nadie enmarca capturas de pantalla de sus playlists de Spotify. Pero la gente cuelga discos en la pared.
Nadie recuerda las 47 herramientas que probó este mes. Pero sí recuerda el proyecto en el que se quedó seis meses.
El problema nunca fue la falta de herramientas.
Fue tener demasiadas.
Entonces aquí está mi propuesta:
Elige una herramienta de IA. Solo una.
No la más nueva. La que sientas que podría ayudarte a crear algo que solo tú puedes crear.
Y quédate con ella. Hasta que deje de ser una herramienta y se convierta en extensión de tu pensamiento.
Agrega fricción donde puedas. Ritual donde tenga sentido. Intención siempre.
Escribe a mano el concepto antes de pedirle a la IA que lo desarrolle.
Pregúntate si realmente necesitas IA para esto, o si solo quieres probar la herramienta.
La satisfacción real no viene del acceso ilimitado.
Viene de la profundidad. De crear algo que requiera tiempo.
¿Qué preferirías crear: cien cosas que nadie recuerda, o una que importe?


