¿Cuántas pestañas tienes abiertas ahora mismo? ¿Cuántas notificaciones esperan ser atendidas?
La atención es el nuevo petróleo, dicen. Pero están equivocados. El petróleo se puede almacenar, transportar, dividir. La atención no.
Tu cerebro no fue diseñado para el mundo que hemos construido. No importa cuántas apps de productividad uses o cuántos trucos de gestión del tiempo implementes...
La atención es finita.
Pero seguimos actuando como si no lo fuera. Como si pudiéramos estirarla, multiplicarla, escalarla indefinidamente. Como si más pantallas significaran más capacidad de procesamiento.
La paradoja es: mientras más herramientas tenemos para "gestionar" nuestra atención, más fragmentada se vuelve.
Respondemos correos durante las reuniones. Escuchamos podcasts mientras escribimos. Revisamos notificaciones mientras "conversamos" (sí, con comillas, porque eso no es realmente conversar).
No estamos siendo más productivos. Solo estamos siendo expertos en hacer varias cosas mal al mismo tiempo.
¿Y esa discusión de la semana pasada? La que sigues repasando en tu mente, buscando argumentos perfectos para ganarla. Déjala ir. Ya pasó. Tu atención merece algo mejor que vivir en el pasado.
Las grandes tecnológicas lo saben. Por eso compiten ferozmente por cada segundo de tu tiempo. Por cada momento de claridad mental que aún te queda.
Y sin embargo...
Los momentos más significativos de tu vida probablemente ocurrieron cuando estabas completamente presente. Enfocado en una sola cosa. Una conversación. Un problema. Una creación.
La pregunta no es cómo hacer más cosas a la vez.
La pregunta es: ¿Qué merece realmente tu atención indivisa?
Porque la atención, al igual que el amor, no se puede falsificar. No se puede automatizar. No escala.
Y eso es precisamente lo que la hace valiosa.
PD: La próxima vez que tu teléfono te muestre el reporte semanal de "tiempo en pantalla", pregúntate: ¿cuántas de esas horas fueron realmente atención y cuántas solo distracción disfrazada de multitarea?