Hay algo extraño pasando con las etiquetas. El plomero no nos dice qué marca de llave inglesa usó. El chef no menciona si usó un procesador de alimentos o cortó todo a mano. El arquitecto no pone una placa que diga "diseñado con AutoCAD".
Pero de repente, cuando se trata de inteligencia artificial, nos obsesionamos con la etiqueta.
"Hecho con IA" o "AI First." Como si eso importara más que el resultado.
El cliente que llama frustrado porque su problema no está resuelto no pregunta por tus herramientas. Pregunta por qué sigue teniendo el problema. El estudiante que no entiende el concepto no necesita saber si usaste un algoritmo o tres libros y dos cafés para explicárselo.
Y sin embargo, nos encontramos en esta danza incómoda.
Mencionas la IA y pierdes credibilidad. No la mencionas y luego la descubren, y pierdes aún más.
Es como si hubiéramos decidido que las herramientas importan más que el trabajo.
Pero las mejores herramientas siempre han sido invisibles. El martillo desaparece cuando el carpintero está concentrado en la construcción del mueble. El pincel se olvida cuando el artista está inmerso en el lienzo creando.
La IA que funciona de verdad va a ser como la electricidad: omnipresente y transparente. Nadie anuncia que su negocio "funciona con electricidad" porque sería absurdo. La electricidad simplemente está ahí, haciendo posible que las cosas funcionen.
Tal vez el problema no es la herramienta.
Tal vez es que hemos confundido proceso con propósito.
¿Tu trabajo resuelve el problema? ¿Cambia algo? ¿Importa?
El resto son solo detalles técnicos.