4.000 millones de dólares se evaporaron en minutos con un solo tweet presidencial. No en 1929, sino ayer. No en Wall Street, sino en el mundo crypto. Algunos lo llaman "error de juicio". Otros, "falta de diligencia". Pocos ven lo que realmente es: la misma estafa de siempre, solo que más rápida, más digital, más nuestra.
Esta mañana, escuchando el podcast de Jaime Rodríguez de Santiago, me recordó a Victor Lustig, el hombre que en 1925 logró lo imposible: vendió la Torre Eiffel. No una, sino dos veces. Con documentos falsos y una elegancia estudiada, convenció a empresarios de que el gobierno francés buscaba deshacerse discretamente del monumento oxidado. Su éxito no residió en los papeles falsificados, sino en entender que la codicia y el deseo de pertenencia son más poderosos que la lógica.
Los ingenieros de la confianza han evolucionado. Ya no necesitan vender torres de hierro o tokens digitales. Ahora venden algo aún más intangible: la promesa de un futuro mejor empaquetado en buzzwords. "IA", "automatización", "optimización" - el nuevo aire digital que todos quieren respirar.
Lo fascinante no es cuántos caen en estas trampas - es cuántos señalan la "pifia" de Milei mientras reproducen el mismo patrón. Compartimos posts sobre "cómo ganar 20 horas libres a la semana" sin interiorizar los pormenores. Aplaudimos "casos de éxito" sin verificar su autenticidad. Somos Milei borrando un tweet, pero a menor escala.
La melodía es la misma que hace un siglo: apariencias elegantes, promesas grandiosas, y ese sutil arte de hacer que todos quieran ser parte del "próximo gran cambio". Solo que ahora, en lugar de una limusina alquilada, el escaparate es un perfil de LinkedIn perfectamente curado.
Los vendedores modernos han perfeccionado el arte de Lustig. Ya no necesitan elaborar estafas complejas ni falsificar documentos gubernamentales. Han descubierto que es más efectivo dejarnos construir nuestras propias ilusiones.
Y así, cada mañana, abrimos LinkedIn y compramos una nueva Torre Eiffel. Click a click, like a like, share a share.
En Roma vendíamos el Coliseo ☺️