"La IA está destruyendo nuestra capacidad de pensar", proclama el titular. "Los estudiantes ya no quieren hacer el esfuerzo", advierte el experto. "La descarga cognitiva nos está haciendo más tontos". Y un profesor añade, con preocupación legítima: "Me inquieta ver cómo se usa para la deshonestidad académica".
Pero espera.
¿No escuchamos los mismos lamentos cuando llegó Wikipedia? ¿Y con las calculadoras? De hecho, hace más de dos milenios, Sócrates advertía que la escritura haría que nuestras memorias se atrofiaran.
La descarga cognitiva no es nueva. Los humanos siempre hemos buscado atajos para evitar el esfuerzo mental. La pereza, irónicamente, ha sido el motor secreto detrás de muchas de nuestras innovaciones más brillantes. La IA es solo el último pretexto en una larga lista de excusas para no desarrollar nuestras habilidades críticas.
Las llamamos "power skills" ahora - el pensamiento crítico, el diálogo genuino, la capacidad de dar y recibir feedback, la metacognición. No las inventamos ayer, y ciertamente no las descubrimos porque la IA amenaza con reemplazarlas.
Es como culpar a Netflix por no leer suficientes libros, cuando la verdad es que ya no estábamos leyendo mucho antes de que existiera el streaming.
Lo que la IA está haciendo es simplemente encender las luces en una habitación oscura. Ahora podemos ver claramente lo que siempre estuvo ahí: un sistema educativo que nunca se adaptó completamente a lo que los humanos realmente necesitan para prosperar.
No necesitamos más artículos alarmistas sobre cómo la IA generativa está erosionando nuestras habilidades. Necesitamos reconocer que estas habilidades fundamentales siempre fueron cruciales, y que ahora tenemos una oportunidad única para reenfocarnos en su desarrollo.
Y todo comienza en casa. Antes de preocuparnos por cómo la IA está cambiando la educación, preguntémonos: ¿Cuándo fue la última vez que tuvimos una conversación profunda en la mesa familiar? ¿Cuándo fue la última vez que apagamos nuestros dispositivos y nos permitimos el lujo de pensar, de verdad?
La tecnología no es la villana de esta historia. Somos nosotros, evitando las conversaciones incómodas sobre nuestros propios hábitos de pensamiento.
La verdadera pregunta no es qué está haciendo la IA con nosotros, sino qué estamos eligiendo no hacer por nosotros mismos.