Hay momentos en que el tiempo se vuelve elástico. Tal vez sea temprano en la mañana del sábado, antes de que el mundo despierte. O tal vez sea esa hora perdida de la tarde cuando decides cerrar el laptop y abrir el cuaderno de dibujo. El momento exacto no importa.
Lo que importa es lo que hacemos cuando el tiempo deja de correr.
Y aquí está lo curioso: no es que abandonemos la tecnología en esos momentos. La usamos diferente.
Alguien construye un moodboard con IA. Le pide que genere docenas de imágenes de lo que tiene en mente antes de pasar al sketch. No para que la máquina dibuje por él, sino para ver más claro lo que ya está viendo. Para explorar variaciones de una idea antes de comprometer el primer trazo.
Es la diferencia entre usar la tecnología como muleta y usarla como telescopio.
Entre pedirle que haga el trabajo y pedirle que te ayude a ver mejor el trabajo que ya quieres hacer. Entre reemplazar tu proceso creativo y amplificar lo que ya vive en tu imaginación.
Los mejores artistas siempre han usado herramientas para ver antes de crear. Primero el carboncillo para el boceto, luego el pincel para la obra. Ahora tenemos píxeles que nos ayudan a imaginar antes de que nuestras manos toquen el papel.
La magia no está en la herramienta. Está en el espacio elástico donde decides qué hacer con ella.
Ese espacio elástico no es solo un respiro: es un micro-ejercicio de diseño de futuros. No predices, imaginas. No reemplazas lo humano, lo amplificas.
Está en saber que el futuro no se construye reemplazando lo humano, sino amplificando lo que ya somos cuando nos damos permiso de pausar.
Para mí, ese espacio elástico a veces es pintar con óleo pastel. Para ti quizá sea escribir, caminar o simplemente mirar por la ventana. Lo importante no es la herramienta, sino darte permiso de pausar.
¿En qué espacio elástico de tu vida podrías invitar a la IA a imaginar contigo?