Pasamos décadas estudiando comportamientos ajenos, cartografiando necesidades de extraños, descifrando deseos no articulados. Creamos prototipos, iteramos, optimizamos experiencias... para otros.
Y en este baile interminable de empatía hacia afuera, algo curioso sucede: olvidamos que somos humanos diseñando para humanos.
Treinta años mirando a través del telescopio del Human-centered design me dejó miope respecto a mi propio paisaje interior. La ironía fue palpable - me convertí en experto en necesidades ajenas, pero novato en atender las mías propias.
Lo que sabemos de otros y lo que ignoramos de nosotros. Cuanto más sofisticadas nuestras herramientas para entender a otros, más desafiante es voltear esa lente hacia adentro. ¿Estoy diseñando mi propia evolución con el mismo rigor?
La IA generativa no es solo otra herramienta en el arsenal. Es un espejo y un amplificador. Refleja nuestras limitaciones y potencia nuestras fortalezas. Nos ofrece algo único: tiempo para reinventarnos mientras ella maneja parte de la carga.
Pero cuidado con la trampa. Recuerda esa escena en Capitán América, cuando el Dr. Erskine elige a Steve Rogers sobre el soldado más capaz. El suero no crea bondad, la amplifica. La tecnología tampoco reinventa personas - amplifica quienes ya somos. Si no nos conocemos, la IA simplemente escalará esa confusión.
Bill Burnett y Dave Evans lo entendieron cuando crearon "Design Your Life" en Stanford - el design thinking no es solo para productos, es para vidas. Es aplicar nuestras mejores herramientas al proyecto más importante: nosotros mismos.
¿Y si aplicáramos esas sesiones de descubrimiento, esos mapas de empatía, esas entrevistas profundas... a nosotros mismos? No mañana o cuando "tengamos tiempo" - hoy.
Después de todo, el diseño verdaderamente centrado en lo humano quizás deba comenzar con el humano más olvidado: tú.